UNA HISTORIA APASIONANTE

Cuenta la leyenda que fue un pastor de Etiopía quien descubrió lo que el café hacía sobre sus cabras. Observó cómo tras ingerir este fruto sus animales estaban más nerviosas de lo normal y lo probó él mismo.

El pastor llevó estos frutos a un monasterio cercano donde descubrieron que tras cocinarlos y molerlos el licor resultante tenía un efecto doble sobre ellos.

También se dice que los primeros en consumir café fueron los indígenas de una tribu procedente de Etiopía, La tribu de los Horomos.
Lo que hacían era comer granos crudos de café y cocinarlos en grasa y meterlos dentro de una pelota. Con ella lo que hacían era roerla como tentempié.
Más tarde, en algún momento, los granos bajaron a través del Mar Rojo hasta Yemen, así que puede que los Horomos lo consumieran gracias al comercio de esclavos.

Yemen se encuentra a muy pocos kilómetros de Etiopía y es precisamente donde en el siglo XV se cultivaron las primeras plantas de café. Desde aquí se extendió todo el consumo del café por todo el mundo árabe.
Podemos incluso llegar a pensar que todos los nuevos inventos y aportaciones que tenemos en nuestros días del mundo árabe son gracias al grado de atención que esta bebida les proporcionaba.
Las personas muy adineradas tenían salones especiales para beber café, aunque más tarde aparecieron cafeterías para los pobres. Eran lugares de mucha interacción social, por lo que el café empezó a ser visto como una bebida que traía problemas, ya que reunía a personas de diferentes estratos sociales, con ideas políticas y de revolución.

Cuando los turcos conquistaron el mundo árabe se llevaron con ellos la cultura del café, ocupando un puesto muy importante en la vida social de los turcos. Prefiriendo así las cafeterías turcas a los rituales tradicionales en las casas. Eran puntos de encuentro de intelectuales y escritores.
El café era un producto preciado y también un objeto de contrabando. Aunque poco a poco los diferentes países consiguen pequeñas semillas que irán sembrando en sus tierras. Incluso llegó a Europa y se vio como algo negativo.
Durante la Revolución Industrial jugó un gran papel. Ya que los empresarios, tras darse cuenta que el alcohol aturdía a los trabajadores lo cambiaron por el café que tenía el efecto contrario, los despertaba y conseguía un mayor rendimiento en su trabajo. La cafeína se convirtió en la droga de la Revolución Industrial que dio pie a la austeridad típica de la época victoriana.

La primera cafetería abierta en Londres fue en 1652 y en 1700 ya había más de 2000 en esta ciudad.
Hasta que en 1720 se abre una de las primeras cafeterías en Venecia y fueron acostumbrándose.
En nuestro continente las cafeterías seguían siendo un punto de encuentro social, como por ejemplo la cafetería La Venna, donde Wagner o Verdi iban todas las tardes a tocar sus piezas.

Ya en 1881 en San Francisco, dos hermanos empezaron a tostar granos de café importados de América del sur, el aroma atraía a los clientes y las ventas subieron vertiginosamente.
Fue así como gracias al número de ventas dejaron la venta al por menor y se dedicaron a la venta de grandes cantidades, creando así la marca Hills Bros.
Ya con el cambio de siglo empezaron a aparecer grandes industrias cafeteras.
La competición de precios obligaba a las empresas a introducir granos más baratos, lo que suponía una bajada importante en la calidad del café.
La razón de que se redujera el consumo es la bajada de la calidad de esta bebida.
No fue hasta la llegada de la máquina espresso cuando se reavivaría la pasión por el buen café.
El café aparece como un estimulante de la creatividad y la imaginación, convirtiéndolo en una potente fuente de un movimiento denominado contra cultura.

Apareció también el café soluble, como demanda de la vida de las grandes ciudades, llegando al 40% de todo el mercado.

Este café tiene su origen en la guerra civil, cuando los soldados norteamericanos pedían café con tanta insistencia que algunos llevaban un pequeño molinillo dentro de las carabinas, consiguiendo así una especie de café instantáneo.

El descafeinado fue inventado por un alemán en 1906 para aquellas personas que sentían temblores, palpitaciones o irritabilidad al tomar café.

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